Un sueño dentro de otro sueño

0
Por: Profr. Alfredo González González

Casualmente me encontré con un compañero periodista llamado Sergio Belmonte y nos sentamos un rato a conversar. Le dije, fíjate Sergio que tuve un sueño dentro de otro sueño, en esas jugarretas del subconsciente que te da la certeza que estas soñando en un sueño.

En una larga franja del paseo Álvaro Obregón una tarde noche con las luminarias casi fundidas todas se escuchaba un bullicio. Tal parecía que nadie entendía lo que hablaban los demás. Unos decían versos de un poema entreguista pero con una finura estética sin segundo. En una de sus partes apenas se advertía que alguien quería dejarse oír y como que le decía a un extraño: “Ven, yo te entrego la tierra, es toda tuya y si después quieres más yo te la ofrezco en la bahía”… en el lado opuesto había otra que decía: “Yo no te ofrezco la tierra y había en su caminar un continente y en su ojos  un extraño y sublime fulgor”.  De repente una mujer con otro escenario muy lejos de por acá hacia un reclamo muy fuerte al jefe de las armas… unas letras en un periódico que flotaba a la inercia que decía: “asesinan a un cantante de narco corridos. Le dieron trescientos balazos. Pensé, más o menos los mismos que les dieron en su cuerpo a Francisco Villa y a Emiliano Zapata.

Era pues, una revoltura de temáticas. El sol se había ocultado, las figuras se apreciaban por sus formas, altas, bajas, gruesas, delgadas. Y fue transcurriendo la noche y a medida que pasaba el tiempo la gritería aumentaba. Parecía que había poca conformidad, los vocablos de la inflación y recesión, de inseguridad, se escuchaban en una ciudad pequeña pero con mayor intensidad en las ciudades grandes.

No pudiendo soportar aquel escenario de incivilidad, donde había dado paso la insolencia y la poca virtud de saber escuchar me hizo dirigirme hacia el oeste del pueblo. Cercano a un cerro que se atravesó había una gigantesca fogata y lo que vi me dejo mudo y tieso. Un grupo de borrachines  habían sacrificado a un compañero. Lo colgaron de los pies de la rama gruesa de un mezquite y lo empezaron a destazar como si fuera un venado para que arrojara la sangre a punta de varejonazo. Podía verlos pero ellos no, luego empezó la tarea horripilante cuando aplicaron los cortes se oía una voz que se escuchaba: no quiero lomo, a mi dame costillas, a mi pásame los riñones, y así sucesivamente cuando se escuchaban los eructos se oyó lo siguiente: “tenía seis días que no comía, yo cinco, dijo otra. Yo casi una semana dijo una más.

Me hice una pregunta. Si aplicáramos la ley de causa y efecto no deja de ser un crimen.. Sí. Me dijo Belmonte, pero no te acuerdas que hay inflación. ¿Se te olvido que eso causara recesión y baja de empleos? Entonces preguntaríamos, dijo Sergio: ¿Quién es más culpable? ¿Quién le retira una botella de suero a un deshidratado en lugar de aplicarle más líquido vital? Y siguió: ¿Quién es más trágico? ¿Quiénes no quieren hacer producir la tierra, reabrir negocios, o estos infelices que si bien es cierto se ganaron el infierno que se habrán ganado aquellos que son la causa de estos efectos? Y abundo Sergio: “la ley de las paradojas”.

De pronto me encontraba por algunos vestigios comerciales a la altura de una calle llamada Isabel la católica, dirigí la mirada hacia el oeste y se advertía una llama refulgente que daba forma a una casa de madera en la que había vivido de niño marcada con el número tres. No había más luz que esa, me dirigí hacia allá y cuando le platique a mi médico la experiencia de ese sueño dentro de otro sueño me dijo: “esa luz, fue la que lo regreso”.

Había tenido un accidente en el interior de mi casa y me había golpeado el parietal izquierdo y debido a eso temporalmente perdí la memoria y otros actos colaterales y agrego el galeno: “procure que esa luz no se apague”.

Nos quedamos un rato en silencio y Sergio me dijo que se había logrado encasillar los pensamientos que se dieron en diversas épocas y le advertí que en un elevado porcentaje sí. Bueno, me dijo. Esa luz es la luz de la esperanza.

Hermano, dijo al despedirse: “hay nos vemos, busca en un libro lo que tengas duda”. Se iba retirando cuando hablaba en voz alta: “Animas que no amanezca, cucurucu  paloma y camas separadas”.

Deduje que Sergio tenía la sangre caliente. De ahí me dirigí a la biblioteca de mi casa y jale un libro llamado: “Cirujano de almas”.

Finalmente la frase de hoy que no tiene nada que ver con el tema, queremos enviar un saludo hasta el Alto Golfo(San Felipe) a Manuel Jiménez y esposa Antonieta Quezada Jiménez, a mi ex alumno Chacho García y Rosa Isela Lucero Rubio ambos ex alumnos y desde luego a mis amigos Enrique Meza Álvarez y su esposa Brenda de Meza.

La Frase de hoy es de José Martin. Cultivo una Rosa Blanca en Junio como en Enero.

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here