Hasta pronto, tata Valente

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Por: Profr. Alfredo González Glez

Aquella mañana González García abrió los ojos y dio gracias a Dios por un día más de vida.

Se incorporó con una sorprendente agilidad pese a los años que cargaba encima. Hombre de campo, hombre sano. De pronto sintió un ligero escalofrió y un aleteo de mariposas en el bajo vientre. Salió de su casa y se encamino hacia el corral pero se puso en guardia. Ni un solo relincho, ni un solo mugido, ni un cacaraquear de la pinta y aunque los resplandores de la aurora coloreaban el paisaje, no se movía una sola hoja de las plantas silvestres.

¡Ah, cabrón! Dijo aquel hombre intuitivo. Algo no anda bien. Dio unos cuantos pasos y pegó uno de sus oídos a la tierra y muy lejos se escuchó algo como un rugido. Unos minutos después la audición era más clara. Regresó a su a su casa y le dijo a su esposa que le diera el arma. Un viejo rifle calibre 22 de un solo tiro y agregó: “vete con los muchachos y los nietos al paraje de arriba, algo malo viene y ni encerrados aquí van a estar seguros. Luego agregó: incitándolos a que se dieran prisa ¡águila pues! Se fue al corral y se subió  a la última tranca que daba hacia el oeste. Como el abrevadero estaba en la cañada seguramente el animal giraría y subiría por la vieja vereda de piedra laja.

No había duda, los relinchos de furor e instinto asesino lo tuvo a 60 metros. No podía fallar.

No había aire en dirección, lo que le daba ventaja. A los cuarenta metros de distancia jalo aire, lleno los pulmones y los soltó poco a poco hasta quedar laxo. Apuntó mientras que el animal parecía echar lumbre por los ojos y en el momento de asentar las patas delanteras para empezar el final aflojo el gatillo ¡SOCK! Que el sintió en el arma sabía que había dado en el blanco el ranchero sudcaliforniano. 

El proyectil se había incrustado en medio de los ojos del equino.

Cuando llegó su esposa con sus hijos y nietos estaba aquel hombre sin soltar el arma y tomado de las trancas del corral y todos en señal de respeto se quitaron el sombrero. Se escuchó la voz entre las cañadas cuando dijo: ¡Águila Pues!

Con la mirada profunda, Valente González García le dijo a sus hijos y nietos:

Un día mi padre me dijo que los hombres deben tener determinación y firmeza. Que cualquier peligro que fuera podíamos vencerlo si de por medio está la vida de nuestros seres queridos y sobre todo si hemos de tener la fe que Dios es nuestra fuerza.

La frase de hoy: dentro de unos días en el último trecho nos vemos.

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