En la opinión de Alfredo González

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Nuestros lectores habrán de recordar el asunto aquel de Ayotzinapa donde más de 40 estudiantes normalistas fueron desaparecidos.

Murillo Karam aseguraba que la única verdad histórica que existía sobre el particular era que los muchachos habían sido desaparecidos totalmente. La hipótesis en cuestión no resistió los embates de la verdad. Eso sí, son muy pocos los vestigios que se encuentran de los jóvenes que se dedicarían a la docencia. Conclusión: en este país cada día nos convencemos que las llamadas “verdades históricas” son relativas.

El día de ayer por la noche me entretuve viendo una crónica sobre la última fase del jefe de la División del Norte General Francisco Villa. Su inquietud lo llevó a protestar por diversas razones y este único en Ciudad Sabines habría paralizado temporalmente las comunicaciones. Aquí surge una de las pocas verdades históricas, por un lado merodeaba el “turco”, el profesor y general Plutarco Elías Calles, en el polo opuesto de Villa. Pero por el otro había un hombre que poco reconocimientos ha tenido de apellido Torres quien hacia causa común con Adolfo de la Huerta, presidente interino que dicho sea de paso dio la oportunidad a los sudcalifornianos de que eligieran a su primer gobernador oriundo para que se democratizara los factores políticos y se gobernara por un civil de 1920- 1924, de esto ya hemos hablado lo suficiente.

Finalmente se logró la pacificación, casi a principios de 1920 Villa entrega las armas y se retira en una pequeña hacienda donde junto con un grupo de los mejores cultiva la tierra, impulsa la educación y como se le escribe la historia: un día fue acribillado cuando regresaba de un bautizo.

Eso se debió porque constantemente lo acosaba un periodista de esos llamados lambe patas y solamente ese error cometió don Francisco Villa cuando se le preguntó a quien le gustaría para ser el presidente de la república. Espontáneamente el jefe de la división del Norte repuso que había un hombre muy bueno llamado Adolfo de la Huerta, no confundirlo con Victoriano. Inmediatamente el cazador de noticias hizo el escándalo nacional y se empezó a fundir la bala o mejor dicho más de las 300 balas que se alojaron en el cuerpo del guerrillero y su escolta personal.

Hemos vivido a través del tiempo buenos hechos, actos de heroísmo,  pero también la frustración de ver caer a los mejores, un año antes Zapata caería en Chinameca y el mes que entra estaremos recordando la muerte de otro hombre extraordinario como lo fue y sigue en el recuerdo nacional: Luis Donaldo Colosio Murrieta. Una verdad histórica es esa, que de adentro de la casa política de ahí sobrevino la traición porque: ¿a quién favorecía más eliminar al hombre de Quino Sonora?

La verdad es que querían seguir con un eslabón interminable: Camacho Solís, Carpizo, Salinas de Gortari y una Cadena más de infelices que se conjugaron. Cuando Colosio vio que no le quedaba más que su última carta ahora decimos: “Ojala se hubiera esperado un poquito más” como lo hizo Cárdenas que cuando Calles asumió el maximato comenzó a combatirlo y con toda paciencia el hombre de Jiquilpan fue cambiando los jefes militares de las plazas. Colosio ya no tenía tiempo porque le querían mendigar los parásitos de siempre y la expresión que firmo la sentencia fue: “El pueblo de México puede perdonar todo, menos la incompetencia”.  Hoy en día hay una competencia en los campos, mar, en los destrozos del medio ambiente, el no gobernar sino adoctrinar y eso más tarde o más temprano deberá llegar al límite. ¿Lo veremos? Solo Dios y el factor   de la justicia lo habrá de definir.

La frase de hoy: “no todo está perdido en Dinamarca”.

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