En la opinión de Alfredo González

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Las singularidades de cada región
Diversas expresiones que indican lo mismo pero que es una irregularidad en el lenguaje
Fue aplicado en los años 40 y 50 por gente de cabello largo, patillas hasta el maxilar inferior y un andar rítmico al compás del tronar de los dedos. Vocablos que a veces ocasionaban conflictos.
Hace unas noches un grupo de paceños empezó a expresar en Facebook aquellos vocablos con quien nos identificaba la gente sobre todo donde venía Allende del mar de California. Por ejemplo al que le quedaban los pantalones cortos le decían: imagínese al chavo del ocho, que traía los pantalones pochis.
En Todo Santos por ejemplo cuna del apellido Salgado, Villerino, Villa Lobos, Márquez, se ha distinguido por imponer apodos en forma certera.
Nadie se escapaba. En una ocasión llego una persona a solicitar un préstamo a don Enrique Salgado a quien le decían El Yicon. Don Enrique le preguntó al solicitante que si como cuanto necesitaba porque se trataba de comprar un automóvil y le respondió que algo así como 15,000 pesitos. Entonces el prestamista hizo una expresión de sorpresa y dijo: ¿Qué que que?
A los pocos días apareció el señor con su flamante vehículo, en cuanto lo vieron los todo santeños dijeron ahí va el Que que que. Casos como el producto de la gallina que alguna gente del interior le llamaba blanquillos, al llegar el locatario le contesto que no tenían ese producto y la señora señalo donde estaban el producto de las aves y le dijo: “de esos”, ¡ Ah señora!, esos aquí se llaman H-U-E-V-O-S. La señora indignada dijo, mira viejo, que grosero y le contesto el locatario, mire señora, aquí se llama huevos y muy huevos.
En otra ocasión en nuestras regiones al cubo de la caña procesado en las moliendas se le llama pilones y la traducción es panocha. Otra persona le dijo: no señor, buscamos piloncillo, mire señor, aquí se llama panocha y muy panocha. Lo mismo sucedía con el fruto del nido silvestre. Los paceños conocieron el árbol que arranco un ciclón que eran centenarios y producían un fruto y traducido popularmente era el higo silvestre pero algunos le llamaban zalate que después se lo adjudicaron al órgano genital femenino. En cuanto al gentilicio a los paceños nos decían patas saladas, o en lugar de decir soy de la paz, decíamos, “la paj”, en fin, una serie de situaciones que de una o de otra forma algunos la usaban, otros no les llamaba la atención.
Entre gente venida del D.F. nos hablaban de garnachas, tacos de nenepil y por acá les hablaban de pecho de caguama y aleta rellena.
Después llego el “Caló” para referirse al dinero decían parné, clavo, feria, efectivo, cash, una serie de vocablos que significaban dinero, inclusive llego a forjarse un chascarrillo donde a un pachuco le hablaba en calo a la abuelita y en la mañana le decía: “esa mi jefatura, deme un chanate con bute nebulosa, una llanta y dos de refacción, le quería decir que quería un café con leche, dos donas y una más.
Un buen día le llego con los ojos como cotorra y sin dientes y le pregunto la abuelita: ¿Qué te pantaleo Higinio que vienes tan Heriberto? El nieto le contesto: naranjas, mi jefatura, me topete con un Toribio. Cuestión de épocas, de tiempos. En una ocasión el profesor Armando Trasviña Taylor, me hizo un cumplido en la revista de Mario Santiago y dice:
“Alfredo fue criado con la leche de los chuniques de las ciruelas del mogote”.

Iba pregonando un tirio
Lo mandó callar el cuco
Cállese viejo ruco
En la próxima nos vidrios

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