Unos minutos con Alfredo

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Lo más sublime de la humanidad.

El hombre como carne y espíritu se clasifica como uno de los más sublimes a Jesús de Nazaret. Un ser a quien le distinguió la humildad y según el periodo judaico-cristiano establece cambios sustanciales para el mundo entero.

No queremos entrar en profundidades porque posteriormente surgieron nuevas corrientes de Fe y que sin embargo han tenido aceptación en algunos casos.

Se le atribuyen varios actos de milagros tales como las bodas de Canaán donde convierte el agua en vino, así mismo, cuando multiplica los panes y los peces para dar alimento a muchos seguidores que le escucharon en la montaña y donde se aprende a pedir el pan nuestro de cada día.

Jesús nació en la humildad, su cuna fue un humilde pesebre calentando por paja fresca y sigue siendo un revés a las desgracias que sufre la humanidad.

Se dice que el último salmo de Jesús fue encontrado en una iglesia pero que autoridades eclesiásticas superiores no lo han querido aceptar.

Establece la expresión de profundidad del nazareno concepciones tan profundas como: “Búscame en el mar, en el desierto, en los montes y en los valles y ahí me encontraras, como diciéndonos “Estoy en todas partes contigo”.

Una semana antes de su crucifixión alentada por la intriga del San Edrin el templo que mangoneaban Caifás y socios quiso tomar una actitud cobarde, indeterminante como lo hizo Poncio Pilatos representante de Roma en la región de Nazaret.  

Por muchos años se le lloró. Las campanas no llamaban a duelo sino utilizaban unos dispositivos llamados matracas cuyo sonido era sin eco, sin esperanzas, sin afanes, habíamos sacrificado al último de los seres humanos que se había entregado a las causas de la humanidad: “Paz, fraternidad, y todo aquello que hace feliz a los pueblos”.

La frase de este día, la más apropiada, la tradicional: “Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.

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