Un hombre llamado Rufino Gonzalez Sanchez: así se templó el acero

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Un hombre llamado Rufino Gonzalez Sanchez: así se templó el acero.

Por: Alfredo González González

Amasado con el metal del valle perdido, cuna del tronco genealógico de los Gonzalez, lo templo la tierra de la plata, metal incorruptible.

Como una coincidencia agradable Rufino Gonzalez Sanchez pudiera llamarse la médula por las dos sangres de los Torreblanca Sanchez, Sala Sanchez, Gonzalez Gonzalez, Morales Gonzalez. Su rostro fue acariciado por los vientos del norte y el espíritu del metal le quedó impreso en su ser. No cumplía los veinte años cuando le entró el gusanillo de ver que había más allá de las playas cuando dejó atrás al Valle Perdido y así aspirar el saludable aire del mar y la melancolía de los ocasos que le apaciguaba  el espíritu.

Queriendo experimentar otras actividades se dirigió al puerto de Santa Rosalía y probó trabajar en la minería. Lueguito se distinguió por su fuerza de trabajo pues al casarse con el pico su brazo derecho lo alternaba con el brazo izquierdo, producía doblemente y ello le ganó el respeto y la amistad de los recios mineros del pueblo que se negó a morir.

Pasaron los años y Rufino Gonzalez Sanchez parecía haber absorbido la solemnidad y seriedad de su esposa Valentina Carballo e incursionó en la elaboración de un material de construcción que conocemos por el nombre de mosaico. fue una lucha tenaz con las máquinas primarias que pudieran compactar los materiales hasta que un hombre noble llamado Roberto  Talamantes Aportó su concurso.

De esta manera Gonzalez Sanchez crea una empresa. su mente creativa lo lleva a producir tejas que decoran todavía en la actualidad los exteriores de las construcciones que dan aspectos coloniales y estéticos.

Gonzalez Sanchez representa la antítesis de aquellos que con el tiempo han venido y regresado a su lugar de origen porque no enfrentan los retos y también es una bofetada con guante blanco para aquellos que dicen que los sudcalifornianos somos flojos y muertos de hambre.

Cuando platicamos con uno de los hijos del tio Rufino, me refiero al Doctor Certificado Ruben Gonzalez Carballo me platica que fueron nueve hermanos. todos ellos socialmente productivos y que sus hijos han sido comerciantes exitosos en la modalidad del taco tradicional bautizados como perrones porque hay que tener un buen estómago para asimilarlos.

Empezó con un modesto expendio y se inicia una cadena de tres, se le cuajan de agua los ojos cuando dice: agradezco a Dios y a mis padres que me hayan educado y consolidado valores y que me apoyaron para que estudiara la noble carrera de la medicina.

La familia Gonzalez Carballo es de las más tradicionales en el barrio del santuario, porque su señor padre también incursionó en la carpinteria con los maestros de cuchara completa como los popularmente llamados Pitayos, los Mayoral Talamantes, los Nuñez, un primo hermano muy cerquita de el, el tío Manuel Sanchez Gonzalez y todos aquellos que dejaron huella como verdaderos artífices de la construcción.

En lo personal agradezco a uno de sus hermanos que me hizo el honor de bautizar un hijo, a mi sobrino Juan Luis Gonzalez Peña lo que prácticamente no solamente nos emparenta sino que nos hace hermanos espirituales cuando se concibe el padrinazgo y compadrazgo como lazos indisolubles.

La cordialidad de Gonzalez Carballo, su actitud reflexiva, el desconocimiento que fue llamado para ser llamado la planificación internacional de la salud, del que es médico cirujano y además hizo la maestría en salud pública lo pone muy por encima de desplantes presidenciales que ahora quieren sustituir a médicos también certificados buscando una popularidad en América Latina.

Que esto, Ruben, lo hagas extensivo a toda la familia y a todos sus amigos… siempre.

Rufino y Valentina Carballo.

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