Los cañones retumbaban en la campiña europea

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Voces lejanas nostálgicas evocaban la callejuela del viejo barrio, las luces parisinas, en tanto, las fuerzas áreas y los incipientes hurricanes se encontraban al acecho sobre el canal de la mancha.

Lejos, muy lejos habían quedado los hogares. Se dolían las brigadas de diversos países que los conceptos de cinismo y patria iban quedando como un ideal y no como un lucero que alumbrara que el camino de los justos.

A lo lejos a 500 o más kilómetros del frente, lloraban la ausencia del que se quedaba en la patria chica o el que debía matar para poder sobrevivir.

Odiaban al sargento que los hacía limpiar los retretes con cepillos de dientes y allá en el rincón íntimo, una mujer de pelo cano, pedía con todas sus fuerzas el regreso de sus hijos al hogar.

Finalmente, había llegado el día de Navidad, entre las hondonadas de la nieve y los témpanos que parecían submarinos torpedeados, se escuchaba la tonadilla que distinguía al Ejército Rojo. Ejército que le había dado forma Lev Trostki y que después el matón de Stalin, lo quería hacer suyo una y otra vez.

Una y otra vez, resonaban en las eternas nieves de la inconsecuencia del estribillo: “Se escuchaba en la estepa rusa, en los prefacios del doctor Zhivago, en la inspiración poética de -Makárenko, aquel que enseñó a educar con poema pedagógico.

Llenaba de Alegría una y otra vez, las expresiones de Katiuska: “por la rivera iba Catalina, iba cantando su mejor canción. ¡oh poema juvenil, lleva mi canto y lleváselo al sol. ¡a un soldado que vive en la frontera y que katiuska le guarda el corazón.

LA FRASE DEL DÍA: ¿O CANCIÓN, POEMA JUVENIL LLEVA MI CANTO Y ENTRÉGASELO AL SOL? A UN SOLDADO QUE LUCHA EN LA FRONTERA CATALINA LE GUARDA EL CORAZÓN. ¡ EA, EA, EA¡

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