En la opinión de Alfredo González

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Alguna vez un amigo periodista que le profeso estimación y admiración escribiría para determinado suceso, que la historia vuelve a repetirse y es lo que queremos manifestar en este despacho y escogimos entre todas las cosas sucesos dolorosos teniendo como escenario la golpeada Europa en la época de la Roma imperial.  Esta investigación se hizo en base en un libro titulado Quo Vadis cuyo autor es autor Henryk Sienkiewciz. Van señalando los sucesos y personajes. Hechos históricos que no son obra de la imaginación sino del resultado de la crónica de aquel entonces.

El emperador romano era el comúnmente llamado Nerón quien dicho sea de paso también era llamado César y en un acto de suprema crueldad mando abrirle el vientre a la madre porque deseaba ver en donde se había formado.

Uno de los aspectos de este sátrapa le dio nombre a una operación que se practica cuando el producto de la madre puede salvarse por lo que se llamó cesárea.

Identificado por su crueldad Nerón divertía al pueblo con los eventos en el coliseo romano donde se le entretenía la turbamulta con pan y circo mientras que los cristianos eran echados a los leones hambrientos por practicar una doctrina que no era la de él.

Era un sujeto mezcla de autócrata con la de dictador, ¿no le dice a usted algo esto? Entonces para el no existían principios o valores, ni el respeto hacia el senado. Se inmiscuía en la política cultural y de esa manera supuestamente componía versos sin pies ni cabeza, sin esencia, sin mensajes.

Obvio es que aquel que no aplaudiera a rabiar las fantochadas de Nerón inmediatamente fuera ejecutado. Entonces la sobrevivencia de las bellas artes como la poesía y la danza eran lo que este señor creía.

Sin embargo la ley del movimiento continuo, siguió haciendo su trabajo.

Dos personajes se disputaban la simpatía del dictador: el jefe de la guachada romana cuyo nombre era Tigelino tipo que lograba sus propósitos siniestros, el otro era Petronio al que le llamaban el árbitro de la elegancia por su buen hablar y su comportamiento hacia sus simpatizantes que eran gente de bien.

Un día le compuso uno de sus malhadados poemas y Tigelino vio la porutnidad de que le preguntaran su opinión a Petronio que gozaba de simpatía. El hombre del buen hablar le contestó tal y como eran: sencillamente son horripilantes. En ese momento Tigelino dijo: “ya te tengo, estas en la trampa”. Dice el relator que le iba cambiando el rostro al autócrata acostumbrado a escuchar Lisonjas, y al preguntarle por qué le decía eso Petronio le repuso: “es que tú, como lo aseguras, siendo hijo de Dioses puedes hacer cosas maravillosas”. Entonces le fue cambiando el rostro y sonrió. No obstante pregunto por la salud de Petronio y este le estaba preparando algo más fuerte, como el de arrebatarle la vida. Reunió a sus mejores amigos, a su esclava preferida y ambos se cortaron las venas antes de ver consumados los instintos asesinos de Nerón.

Cuando le fue comunicada la nota del suicidio de Petronio al emperador  todavía alcanza a decir: “¿que por qué no le pidió permiso para suicidarse”?

Le abrieron el pergamino y palabras más palabras menos decía el comunicado del árbitro de la elegancia: “Nerón, se acordó de mí en el último momento, perdoné que hayas asesinado a tu madre, soporté que hayas asesinado a miles de cristianos, pase por alto muchas injusticias. Lo que nunca he podido soportar son  horribles versos. Ya no hagas eso, Nerón. El mundo se ríe de ti y te desprecia. No lo hagas, mata, destruye, incendia, pero no te metas con la cultura. Firma: “Petronio”.

Dice el relator que le iba cambiando el rostro de la bondad a la maldad y de la maldad al instinto asesino. Tenemos varios nerones que destruir en la salud, que matan campesinos, que asesinan a familias enteras y que saquean los recursos económicos del pueblo.

La frase de hoy: algún día miles de antorchas iluminarán la noche de las injusticias desde la península de Yucatán hasta la de Baja California y la voz del gladiador marciano se dejará escuchar también: “mientes, Nerón quien diga que yo a Roma le he prendido fuego. Si eso me hace morir muero inocente.  Pero si mi delito es ser cristiano, haces bien en matarme porque es cierto. Creo en Jesús y practico su doctrina. Y la mejor prueba de que en él creo es que en lugar de odiarte te perdono”…

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